Tras tramitar toda la documentación necesaria, Dayana y Heinrich solo esperaban a que el pequeño Rui fuese a recoger sus cosas y despedirse de sus amigos, los cuales eran muchos, aunque, para el pequeño, lo que más le importaba era estar con su mamá.
Cuando por fin pudieron ver cómo Rui venía acompañado de una profesora, Dayana sonrió ampliamente, sintiendo una inmensa tranquilidad, aún no sabía qué es lo que el hombre a su lado había hecho, esperaba platicar con él tranquilamente cuando Rui fuese a la cama.
Dayana tenía claro que, tanto a Rui como a ella, les gustaba México, pero el lugar donde fueron felices, no estaba ahí, era momento de buscar su verdadera felicidad y de tomar las riendas de su vida, pues de alguna manera, ya había dejado ir a su amiga y sabía que todo esto bien podían ser bendiciones de ella.
- ¡Listo, mami! ¡Ya podemos irnos! -dijo Rui al ver a su mamá. – ¡Miss, muchas gracias por ayudarme! ¡La voy a extrañar!
La profesora que lo acompañaba, sintió que el cor