Era sábado por la tarde, Dayana caminaba a la orilla de la playa, jugueteaba con su hijo mientras comían un helado.
Rui había decidido que quería ir a ver el mar. Aquella decisión de un niño de 4 años venía a colación tras ver a su mamá triste.
El pequeño Rui, muy a pesar de que era un niño, se daba cuenta de que algo sucedía con su mamá, pues llevaba días sin ir a trabajar y aunque su madre se esmeraba por sonreír y hacer de su día algo bueno, se notaba que su mamá estaba triste.
En la mente de aquel pequeño infante, cruzó la idea de que a su madre le gustaba el mar, por lo que ir a la playa supuso que le pondría de mejor estado de ánimo.
- Mami, ¿puedes hacer ese giro que haces siempre? -preguntó Rui mirando a su madre mientras comía de su helado.
- ¿Cuál?
- Ese cuando pones una mano en la arena y luego un pie, me gusta verlo, quiero aprender a hacerlo, ¡Pero siempre me caigo!
Dayana entendió que lo que quería su hijo era una rueda de carro, eso era algo que hacía cuando era niña y