Lo que depara el destino.
Observo al carro alejarse y el amigo de Darío, quien me contrató, solo me observa con pena.
Por un instante siento que su mirada intenta decirme algo que sus palabras nunca se atreverían… algo así como “¿estas bien?”… pero él no dice nada.
Me alejo retomando mi camino y el día inaugura lluvia ya que el cielo negro y los truenos lo dicen, como si el universo quisiera firmar este momento con un sello de tragedia.
Cómo era de esperarse, parada tratando de tomar taxi, llueve.
La calle se convierte en un espejo frío y oscuro que refleja mi propia miseria.
Me abrazo por el frío y sonrío, ya que esto parece un sueño del que voy a despertar pronto… un sueño cruel, de esos que parecen broma del destino.
Levanto el rostro al cielo y las gotas caen en mi cara; no sé si me castigan, o si quieren limpiarme, o si solo me recuerdan que sigo viva aunque por dentro siento que ya no estoy.
Estoy sola en la calle, no hay ninguna persona ni carro.
Las luces titilan, las sombras se estiran, y mis