Capítulo 58
Paulina
La tumba de mi abuela estaba tan impecable como la recordaba a ella en vida.
Mármol claro, letras doradas, flores frescas. Alguien la cuidaba. No sabía quién, pero no era yo. No había venido a verla hasta ahora.
—Perdón —susurré, sintiendo un nudo subirme desde la boca del estómago hasta la garganta—. Perdón por no haber venido antes. Por no despedirme como debía. Por dejar que me arrancaran hasta eso...
Me arrodillé con cuidado, apoyando una mano sobre la piedra fría.
—Te extraño, abue. Todos los días... —sollocé en silencio, sintiendo que mi alma se abría, descargando todo el dolor que sentía—. A veces me miro en el espejo y me esfuerzo por imaginar qué me dirías. Si me regañarías por endurecerme tanto. Si me abrazarías en silencio. Si me verías con orgullo… o con lástima.
Tragué saliva y apreté los labios... Le había hecho una promesa vacía... Lo sabía y aún así no dejaba de ser difícil reconocerlo frente a ella.
—No soy la misma. Y no es una frase al alzar —so