Demetrio salió de la ducha, aún con el vapor cubriendo la habitación, y tomó su celular sobre la mesa de noche. Frunció el ceño.
—¿Por qué demonios no me han entrado llamadas de Marco? —gruñó mientras buscaba. Busca el número de marco.
Marco contestó al segundo timbrazo.
—Señor, por fin. Llevo semanas intentando contactarlo.
—Semanas? —Demetrio se acomodó la toalla sobre la cintura, sus ojos brillaban de rabia contenida—. ¿Qué estás diciendo? ¿Por qué no me notifican antes?
—Señor, yo… su teléfono desviaba todas las llamadas a la asistente. He estado insistiendo. Es urgente y ella solo me dijo que le reportara a ella.
Demetrio se giró hacia Clara, quien lo miraba desde la cama con la sábana cubriéndole el pecho. Se había quedado dormida tras su última ronda de sexo. Él alzó una ceja, pero continuó con Marco.
—Habla de una vez. ¿Qué está pasando?
—Es sobre la señora Celine.
— ¿Qué pasa con Celine? —pregunta en seco, mientras se sentaba al borde de la cama, apoyando un codo en su muslo.