JULIA RODRÍGUEZ
Me quedé sentada detrás de mi escritorio, viendo con atención mi teléfono y esa única llamada perdida de Matthew que no me digné a contestar, mientras las palabras de mi suegro daban vueltas por mi cabeza.
Inhalé profundamente y antes de exhalar, la puerta sonó un par de veces antes de abrirse. Liliana se asomaba con una sonrisa temblorosa mientras intentaba no tirar la enorme caja que mantenía apoyada contra su cadera.
—¿Estás ocupada? —preguntó entrando de todas formas—. Te trajeron esto. No sé que es.
Dejó la caja sobre el escritorio. Era grande, blanca y con un moño de regalo. No tenía ninguna tarjeta ni remitente. La analicé antes de abrirla, incluso viendo por debajo de ella, intentando encontrar algo, pero no había nada.
Tiré del lazo y cuando quité la tapa mi rostro se convirtió en una mueca de sorpresa y pánico.
—¡Qué hermoso! —exclamó Lily acariciando la tela con delicadeza—. Parece costoso.
Tomé el vestido de los tirantes y lo saqué de la caja. Lily tení