JULIA RODRÍGUEZ
La luz de la mañana se escabulló por las cortinas y después de un bostezo adormilado, por fin abrí los ojos. Por un breve momento yo no recordé dónde estaba ni por qué estaba ahí hasta que al estirar mis brazos, uno de ellos dolió. Entonces todo cayó sobre mí de manera abrupta: Esos tipos en la calle, los disparos, el auto, Matt… ¡Matt!
Me senté de un brinco en la cama y sostuve la sábana sobre mi pecho. Ahí estaba él, profundamente dormido mientras yo estaba al borde del colapso. Roncaba suavemente, boca abajo, con sus cabellos revueltos y esa paz que recordaba en su rostro.
Puse más atención y lo vi, esas cicatrices adornando su piel. Parecían viejas, pero advertí