MATTHEW GRAYSON
Aunque Sharon estaba en la habitación de al lado, no podía dormir, era como si la tuviera parada al pie de mi cama, viéndome fijamente. ¿En qué momento la mujer a la que había adorado con devoción ahora era un problema, incluso una pesadilla?
Me levanté de la cama, me puse lo que tenía a la mano y salí de mi habitación. Bajé hasta el bar del hotel. Luces brillantes, música y alcohol, mucho alcohol.
Me senté en una mesa, la más aislada del ruido y decidí pedir una botella de tequila. Vi el líquido ambarino en el pequeño vaso y me lo bebí. Ardió toda la garganta y el calor se expandió por mi estómago. Me gustó la sensación, pues me hacía olvidarme de otras cosas.
Entonces la vi, entre la gente, bailando y cantando como una adolescente. Pensé que la había dejado atrás, pero ahí estaba, Sharon, sacudiendo su melena rubia. Cuando sus ojos se posaron en mí, me sonrió de esa manera pícara que me hacía recordar a la adolescente que se había robado mi corazón.
—Lo sabía… —di