MATTHEW GRAYSON
—¡Me alegra ver que ahora tu mano derecha es ese maldito mexicano! —exclamó Carl, quien parecía salir de entre las llamas, con los ojos llenos de ira contenida. ¡Ya sabía yo que había sido él!
—Algo me dice que estamos en un complejo triángulo amoroso —susurró Santiago—, pero no importa, mientras tú y yo estemos seguros de lo que sentimos, ningún güerito vende quesos nos va a venir a separar, chiquistriquis.
—¡¿Es en serio, Santiago?! —exclamé fastidiado—. ¡¿Estás bromeando en una situación así?!
—Te diré un secreto, cuando me pongo nervioso digo pendejadas —contestó