LILIANA CASTILLO
Javier besó mi mano con ternura antes de dar media vuelta y acercarse a la puerta, cuando volteó hacia mí, regresó la Liliana inocente y fantasiosa, esa que solo salía a flote cuando se sentía en confianza.
—¿Sientes algo? Algo como… ¿amor? —pregunté y me arrepentí. De inmediato me sonrojé cuando él sonrió de medio lado.
—Es muy pronto para hablar de amor —contestó encogiéndose de hombros y soltando un suspiro—, pero no soy tan cobarde como para negar que hay algo en ti que hace que mis planes se pongan de cabeza. Normalmente me enojaría, supongo que eso es lo que te hace especial, porque… te quiero cerca, aunque eso arruine todo.
—Sí estás tratando de manipularme sentimentalmente para que yo me doblegue… —susurré con un nudo en la garganta.
—¿Lo estoy logrando? —preguntó divertido y extendió su mano hacia mí.
Cerré los ojos por un momento, de nuevo decepcionada de mí misma por sentirme así, pero al mismo tiempo con una emoción de adolescente que no podía controla