LILIANA CASTILLO
—No es lo mismo —contestó mi padre tranquilamente—. Estabas encaprichada con Santiago y ahora como adulta ya te diste cuenta de que no es el indicado, no para una mujer con tu carácter.
—¿A qué te refieres? —pregunté queriendo contener una risita nerviosa—. ¿Cuál es el problema con mi carácter? Su mujer tiene un carácter altanero y es feroz, es una ladrona muy…
—No es lo mismo —contestó mi padre tranquilamente, acomodándose las mangas de la camisa debajo de su saco mientras me veía con profundidad—. Una cosa es una mujer rebelde y otra muy diferente es una mujer cabrona y ambiciosa.
»La rebelde se puede domar, pero la cabrona no, puedes pensar que lo lograste y cuando menos te lo esperas te das cuenta de que nunca estuvo en tus manos y que siempre hizo lo que quiso. Una mujer cabrona no necesita a un hombre de buen corazón como Santiago, no es suficiente, incluso se puede tornar aburrido —agregó con una risa profunda que causó eco en la biblioteca—. Como dicen por a