JULIA RODRÍGUEZ
Mantuve el teléfono pegado a mi oreja durante toda la mañana, escuchando el tono de llamada, pero sin que nadie contestara del otro lado de la línea. Los ojos se me llenaron de lágrimas porque cada vez me sentía más desesperada por encontrar a Santiago, tenía miedo de que Javier le hubiera hecho daño.
Liliana se mantenía a mi lado, con su mano frotando mi espalda, intentando calmar mi desesperación cuando ella misma estaba nerviosa.
Y por fin tomó la llamada.
—¡¿Santiago?! —exclamé emocionada.
—¿Julia? ¡¿Julia?! —gritó con la misma alegría—. ¿Estás bien? ¿Cómo está Mateo? ¿Sabes algo de Liliana?
No pude evitar soltarme a llorar, era un alivio saber que él seguía vivo y se escuchaba que estaba bien. Entonces noté como Matthew se alejó de ahí. Había permanecido en silencio, viéndome intentar contactarme con Santiago, pero no había soportado la alegría que me había embargado por fin escuchar su voz.
Bajé la mirada dejando que se fuera, que nos dejara solas con Santi