JULIA RODRÍGUEZ
—Ganaste —dijo Matt con las manos dentro de sus bolsillos y viendo el horizonte, entre los árboles frutales y los arbustos. El cielo se estaba tiñendo de tonos morados y naranjas y yo solo me sentía melancólica y rota—. Eres la mujer más fuerte que he conocido en mi vida. Hice tanto que te destruyó por dentro. No fue mi intención, pero fracturé tu alma y aun así sigues de pie con la frente en alto, como si todo lo que pasó fuera tan lejano e insignificante.
—¿Y qué gané? —pregunté intentando sonreír, aunque las lágrimas se me estaban juntando en la garganta y la nariz se me constipó—. Despertar todos los días pensando en ti. A veces con un odio profundo que me envenena, que me ahoga. Otras veces solo lloro mientras me baño, pensando en todo lo que invertí: tiempo y amor, ¿para qué? Para nada.
»Ya no soy la mujer de antes. Ya no soy esa chica que te veía con asombro y te respetaba. Ya no me comporto como un perro, haciendo cualquier gracia para recibir una palmadita e