JULIA RODRÍGUEZ
La noticia de la balacera frente al orfanato me llegó cuando estaba pintando, intentando encontrar inspiración, pero cada vez que tomaba un pincel, lo mantenía a centímetros del lienzo, dejando que la pintura escurriera y manchara el piso. Tenía el cerebro vacío, no se me ocurría nada qué plasmar, tenía tantas cosas en la cabeza, tantas preocupaciones, que simplemente la inspiración no fluía.
—Solo ten cuidado —dijo mi suegra mientras Mateo sostenía su mano con firmeza y emoción—. Escuché que hubo otra balacera en una cafetería no muy lejos. No son hombres de nuestra organización.
Apreté los labios recordando las situaciones de peligro en las que me había enredado sin intención. ¿Serían los mismos?
—No tardo, solo iré a revisar unas cosas en el trabajo y vuelvo —dije con una sonrisa tiesa que no me llegó a los ojos—. En verdad, gracias por venir de improviso.
—Creeme, no tengo nada mejor que hacer en casa —respondió ella con pesar, viendo a Mateo y sonriendo mientras