LILIANA CASTILLO
Sus labios eran suaves y se movían tiernamente sobre los míos. No supe en qué momento cerré los ojos y me dejé llevar. Sus manos me sostuvieron por la cintura, pegándome a su cuerpo mientras mis brazos rodeaban su cuello.
Cuando su boca se separó de la mía, sentí frío en los labios. Permanecí un par de segundos aún con los ojos cerrados, esperando a ver si su boca regresaba, pero cuando me di cuenta de que no lo haría, por fin separé mis párpados, encontrándome con sus hermosos ojos marrones, viéndome con una mezcla de calma y ternura que me desarmó, y me hizo olvidarme de que aún estaba parando la trompita.
—Entonces… ¿vamos por un café? —preguntó con esa sonrisa que calmaba a mi corazón acelerado y solo asentí. Aún me sentía como en un sueño. Liberó a regañadientes mi cintura y me tomó de la mano—. No conozco mucho los alrededores, pero hay un lugar que me encanta. Me imagino que tú ya lo conoces.
En cuanto comenzamos a andar, una descarga eléctrica atravesó mi c