SANTIAGO CASTAÑEDA
—¿En verdad crees que te voy a creer? —preguntó Alex antes de soltar una carcajada frustrada desde el fondo de su pecho mientras se limpiaba las lágrimas—. Tú, el hombre que más amantes le he visto en la vida. El más cínico que es capaz de mostrarse en los clubes con todos ellos y que hizo que su esposa conviviera con la otra, ¿me dices que tienes buenas intenciones conmigo?
»¿Pensaste que te creería cuando insinuaste que esto es especial? ¿Qué ibas a hacer después? ¿Reírte de esto con tus amantes? ¿Burlarte con ellos de mí porque fui demasiado ingenua? —Quiso sonreír, pero solo cayeron más lágrimas—. Me convertiré en monja y nadie va a cambiar eso, menos tú. Ahora vete y olvídate de que existo. No quiero volver a saber de ti en mi vida.
Con los dientes apretados y el corazón encogido, salí de su cuarto, sintiendo que las fuerzas me dejaban. Había llegado al convento pensando que saldría de ahí con ella de mi mano, pero mi propio pasado había destruido toda esperan