ALEX GARCÍA
—Por favor, haz caso de lo que te dice el doctor —pidió Santiago con dulzura—. Si algo te pasa, ¿qué será de Mateo y de mí?
—Estoy bien —insistió Julia levantando la mirada hacia él, llena de decisión y reto, pero él solo sonrió y negó con la cabeza.
—Necia… —susurró sin perder la sonrisa—, o regresas a esa habitación o te meto a la fuerza.
Pellizcó su mentón y le dio un beso en la frente que me descolocó. Había un cariño implícito en sus palabras, en sus gestos, en la manera en la que se veían, algo con lo que claramente no podía competir.
—¿Hermana Alexandra? —preguntó la madre superiora detrás de mí—. Será mejor que nos vayamos. Podremos regresar mañana. No se meterán con los niños, pero es peligroso para nosotras.
Asentí con los dientes apretados, cuando volteé hacia Santiago para verlo una última vez, él me estaba viendo de regreso. Había escuchado a la madre superiora llamarme. Lucía confundido, bajó su mirada hacia Julia que seguía entre sus brazos, entonces la