JULIA RODRÍGUEZ
—Por favor, come… —dijo Matt con tranquilidad, una que me congelaba la sangre. Me hizo recordar al frío CEO que podía ganarle una negociación al diablo. ¿Eso era lo que estaba haciendo, negociando?—. Espero que te guste lo que pedí preparar. No esperaba que llegaras antes, pero por suerte todo está listo.
Mi corazón dio un vuelco cuando vi todos los platillos sobre la mesa. Cada cosa que le había dicho que me gustaba en esos dos años de matrimonio que tuvimos, estaba ahí.
—Tu voz… resuena en mi mente, a veces con fuerza, a veces como un suave susurro —dijo como si pudiera interpretar mi mirada de indignación—. No tengo que ser muy inteligente para saber que no fui el esposo que esperabas.
—Tienes razón, no lo fuiste —contesté tajante, tomando la copa de vino, necesitaba agarrar valor—. Quise convencerte con amor. Quise ser la esposa de la que te sintieras orgulloso. Nuestra boda solo fue una manera de retenerme, pero no de amarme, nunca lo hiciste.
—¿Cómo estás tan