JULIA RODRÍGUEZ
—¿Señora? —preguntó la sirvienta viéndome con preocupación—. Disculpe que me entrometa, pero… es que… su teléfono no ha parado de sonar.
Entonces levantó mi celular, el cual había dejado en la habitación con el resto de mi ropa. Lo tomé para ver la pantalla más de cerca y palidecí.
—¡Es de la escuela de Mateo! —exclamé horrorizada y de un brinco bajé de la mesa. La maestra me había estado llamando y al ver la hora lo comprendí—. ¡Ya se me hizo super tarde para ir por él!
Salí del comedor casi corriendo, sin intenciones de dar más explicaciones. ¡¿Cómo se me había olvidado mi pequeño?! ¡La culpa me estaba corrompiendo!
¡Por un momento de calentura se me habían sacudido las prioridades!
—¡Julia! ¡Espera! —escuché a Matt gritar detrás de mí, pero no me detuve hasta que llegué a la puerta principal y posó la mano sobre la madera, evitando que la abriera—. Detente… No puedes salir corriendo así. Te recuerdo que no llegaste en tu auto. Yo te llevaré.
Levanté mi atención h