Villanos que aman, héroes que no saben cómo.
Edward fue el primero en dar un paso al frente. Anya lo miró levantar la mano, con la mirada fija en el jet, mientras sus guardias estaban atento a sus órdenes.
El silencio abrumador contuvo el aire, mientras una nube negra pareció oscurecer todo.
La tensión era palpable y el aura de Edward amenazaba con asesinar tanto a Alan cómo a Stella.
Sin embargo, antes de que cualquier orden saliera de labios de Edward, Anya lo sostuvo del brazo.
—¡Edward! —Dijo en un grito ahogado, mientras temblaba, como si ese único gesto fuera todo lo que tenía para detener una tragedia.
Él la miró con los ojos entrecerrados y aunque mo respondió, tampoco avanzó.
Anya soltó su brazo y corrió hacia Alan, esquivando el vacío entre ambos ejércitos como si el pavimento fuera un campo de minas.
—Por favor… —Jadeó frente a él, con lágrimas brotando a borbotones—. Esto no tiene que acabar así. Te lo suplico, termina con esto. Deja ir a mis bebés.
Alan ladeó el rostro con sus manos en los bolsillos, como si no ente