Hombres Lobo cuentos cortos & Novelas

Descubra una encantadora colección de Hombres Lobo cuentos que exploran las profundidades de la pasión. Perfecto para lectores que buscan historias breves de una hora de duración para inspirar y despertar su imaginación sobre Hombres Lobo.
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Virgen por Cinco Años - Hombres Lobo novela & todos
Lía Vallejo
Llevaba cinco años con Diego Íguez, mi Alfa, y aún seguía siendo virgen. La noche de bodas, desnuda, con el corazón a mil por hora, me armé de valor para abrazarlo. Pero él se apartó, su rostro serio, y dejó escapar las palabras que ya rondaban mi mente como una pesadilla: —Lo siento, Fiona Tónez, tengo una obsesión con la limpieza. No puedo aceptar el contacto físico, por favor, dame un poco más de tiempo. En ese momento, mi corazón se hundió. Pero al ver la angustia en sus ojos, traté de convencerme de que no era que no me quisiera, sino que tenía un problema que necesitaba resolver, y por eso me pedía más tiempo. Así que esperé... cinco largos años. Hasta que, en nuestro quinto aniversario, crucé kilómetros bajo la lluvia con la esperanza de verle sonreír. Lo conseguí. Vi su sonrisa, esa sonrisa llena de ternura, y esa mirada que siempre me había cautivado... Lástima que no fuera para mí. Ese Alfa, que tanto hablaba de su obsesión con la limpieza, estaba arrodillado frente a Paula Rosales, descalzándola con una ternura exagerada, secándole los pies y calentándolos con sus manos, como si ella fuera la única persona que importara en el mundo. Suspiró, mirándola con esa ternura de siempre, su voz suave, casi en un susurro. —Paula, ¿no te cansas de que te lo diga? Te vas a resfriar. ¿Qué harías sin mí? En ese momento, mi mundo se vino abajo. Finalmente lo entendí: la obsesión por la limpieza también tenía sus preferencias. Y yo era la que no podía tocar. Sin hacer ruido, me quité el anillo que había llevado durante cinco años y, sin pensarlo más, me perdí bajo la lluvia, sin mirar atrás. Más tarde supe que, en un intento desesperado por recuperar mi amor, había comprado las rosas más caras. Pero la Fiona que lo amaba sin reservas, entregada por completo, ya no existía.
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Luna Desilusionada: La Huida de la Manada - Hombres Lobo novela & todos
Lexie L
Durante siete años, fui la compañera del alfa Lucas. Pero él nunca me besó. Hasta la noche de mi cumpleaños, cuando descubrí la verdad, al ver con mis propios ojos cómo Lucas, besaba a Isabella Sánchez, mi hermanastra y su primer amor. Esa noche, al regresar a casa, le pregunté a mi hijo qué haría si yo rompía el vínculo de apareamiento con su padre y él respondió con la inocencia más cruel: «Si tú desapareces, Isabella podría ser mi mamá.» En ese instante supe que lo había perdido todo. Pero también supe que si todo aquello me pudo ser arrebatado tan fácilmente, es porque nunca me perteneció. Dejé atrás mi pasado, mi territorio de manada, y renuncié al rol que me habían impuesto. Sin embargo, ahora, cuando el vínculo empieza a desvanecerse, tanto Lucas como mi hijo comienzan a buscarme con desesperación.
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Libre de Ti - Hombres Lobo novela & todos
Luna Roja
Renací. Desperté en el sofá, frente a la luz parpadeante de la televisión. Transmitían otro segmento de noticias financieras sobre mi esposo, Jasper Brolin. El Alfa de la manada Moonblood, un hombre que llevaba años en la cima de la lista de multimillonarios, hablaba con su habitual autoridad tranquila. De hombros anchos y facciones afiladas, proyectaba un aura de mando indiferente que lo hacía parecer inalcanzable. Cada vez que aparecía en público, provocaba un frenesí de admiración. Mi matrimonio con él era la envidia de toda la alta sociedad, y cada mujer deseaba estar en mi lugar. Mientras observaba la pantalla, los recuerdos de mi muerte trágica en mi vida pasada regresaron, provocando una presión silenciosa sobre mí. Mi loba gruñó en mi interior. “Volvimos. Pero… ¿Ahora qué?”. “Ahora a romper el vínculo”, susurré para mis adentros. “Voy a dejarlo”. “Nunca va a aceptar”. “Por eso necesito su ayuda”, respondí en mi mente, pensando en la mujer que siempre había detestado: Halle. Halle entró a la cafetería con una sonrisa victoriosa. Como había crecido junto a Jasper, todos la consideraban parte de su círculo más cercano y siempre la trataban con mucho respeto. Deslicé sobre la mesa el documento de disolución del vínculo de compañero. —Necesito tu ayuda, Halle. Y bueno… A ti también te conviene. Le echó un vistazo a los papeles, con una chispa de desconfianza en la mirada. —¿Lo vas a dejar? Mi voz sonó tranquila. —A lo mejor tú eres a quien él en serio quiere a su lado. En mi vida anterior, fui la señora Brolin perfecta, la envidia de todas, pero nunca la persona más cercana para él. Esta vez, me llevaría a mi cachorro y me marcharía en silencio.
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La Traición de la Manada - Hombres Lobo novela & todos
Luna Roja
Después de noventa y nueve veces que mi pareja Alfa bloqueó nuestro enlace mental, yo estaba por perder mi espíritu de lobo. Llegué como pude hasta el Salón del Consejo. Los helados escalones raspaban las plantas de mis pies y, con cada paso, un dolor desgarrador me partía el corazón. —Vengo a solicitar mi salida de la manada. El oficial del consejo observó con lástima mi figura pálida y delgada y preguntó en voz baja: —¿Está segura? Renunciaría a la protección de la manada. Desde niña, mi loba ha sido inestable, lo que me volvió frágil. Desde que mi padre trajo a casa a mi hermana adoptiva, Lydia, cuando yo tenía diez años, mis padres me han tratado como una deshonra para la familia. A pesar de ser su pareja marcada durante años, Caleb nunca me prometió una ceremonia de Luna. Rara vez me llevaba a las reuniones de la manada. Por eso, casi nadie en la manada sabía quién era yo. —Ya no importa —dije, mi voz tranquila a pesar del esfuerzo—. En tres días estaré muerta.
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Diez Dólares, Dos Vidas - Hombres Lobo novela & todos
Santiago
Últimamente, en la Manada Luna de Sangre no se habla de otra cosa: el Alfa, Gael Ibarra, decretó que en la Casa del Alfa nadie puede gastar más de diez dólares al día. Sí, diez miserables dólares. Y lo peor: esa regla absurda no vino de ninguna tradición ni consejo de ancianos, sino de su flamante “planificadora financiera”, Lía Rosales. Yo, la Luna, por gastar apenas un dólar de más en medicina, fui arrastrada al patio y condenada a veinte latigazos. Con apenas dos golpes, ya sentía la piel desgarrada y la falda pegada a la sangre. Mi asistente corrió hacia mí, desesperada, llorando: —¡Basta, por favor! ¡La Luna está delicada, no puede soportar un castigo así! Pero Lía levantó el brazo con más saña: —¡Veinte por un dólar de más! Eso fue lo que me prometió el Alfa. ¿Quién se atreve a desobedecer? Me abracé el vientre, jadeando, y con la voz hecha un susurro logré decir: —Llamen… al Alfa… Gael llegó rodeado de su séquito. Cuando sus ojos vieron mi espalda hecha un mapa de sangre, brilló en ellos algo que parecía compasión. —Lía, basta ya —ordenó. Ella lo miró con lágrimas contenidas: —Cuando me trajiste, dijiste que todos iban a obedecerme. Ni siquiera he usado la fuerza. ¿Ahora te vas a echar atrás? Dio media vuelta, ofendida. Gael le sostuvo el brazo y murmuró con cansancio: —Está bien… yo no me meto. No te desgastes. Que sigan los guardias. El cuero siguió azotando mi carne hasta abrirla en carne viva. Un calor tibio se desbordó entre mis piernas y, sin entender por qué, solté una risa quebrada que me llenó los ojos de lágrimas. Al día siguiente, cuando por fin Gael se acordó de mí y mandó llamar a la sanadora, encontró a mi asistente destrozada, abrazada a mi cadáver. —Luna… ¿cómo pudiste irte así? —sollozaba—. Dos vidas… dos vidas…
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Amar a quien me rechaza - Hombres Lobo novela & todos
Lía Vallejo
Lo peor que hice en mi vida fue enamorarme de mi hermanastro Alfa, Gustavo Íguez. Tenía doce años cuando mi madre se volvió a casar, y él fue el único en la manada que me trató con amabilidad. Me enamoré en el acto. A los dieciséis, una banda de lobos errantes me atacó, y fue Gustavo quien, solo, se enfrentó a todos para protegerme. A los dieciocho, cuando se envenenó con acónito y estuvo al borde de la muerte, mi loba me susurró que él era mi compañero destinado. No lo dudé: doné mi médula ósea para salvarle la vida. Esa misma noche, al verlo dormir pálido y débil, no pude resistir la tentación y le besé la comisura de los labios. En ese instante abrió los ojos, se sonrojó y me dijo: —Sofía Tónez, somos hermanos, no deberías cruzar esa línea. Desde entonces empezó a evitarme, como si todo lo ocurrido hubiera sido un error imperdonable. Hasta que un día a su prometida, Livia Rosales, le diagnosticaron una extraña enfermedad en la sangre, y la única compatible para una transfusión era yo. Fue la primera vez que me pidió algo casi en un susurro: —Si haces esto por ella, aceptaré lo que quieras pedirme. Pero yo ya estaba débil por la donación de médula, y donar sangre ponía en serio riesgo mi salud. Lo rechacé. Al final, Livia murió. Él no derramó una sola lágrima... se comportó como si nada hubiera pasado. En el funeral de Livia, él tiró al suelo el retrato que yo le había pintado y, con una dureza helada, me soltó: —¡Te enamoraste de tu propio hermano! ¡Qué vergüenza! A partir de ahí me convertí en el hazmerreír de la manada. La humillación me ahogó... la desesperación me llevó al límite y, en un estado de confusión, caí al lago y me hundí. Cuando abrí los ojos, volví al momento en que me pidió que le donara sangre. Esta vez acepté sin pensarlo: lo hice para saldar la última deuda que tenía con la familia Íguez. Al final, Gustavo y yo ya estábamos separados, y entre nosotros no quedaba ninguna deuda pendiente.
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