El champán está tibio, pero el diamante en mi mano derecha brilla con la intensidad suficiente como para que no me importe. Tengo veintidós años y el mundo es, básicamente, mi patio de recreo personal. Me miro en el espejo del tocador de este club exclusivo en el centro de la ciudad y sonrío. Mi cabello pelirrojo cae en ondas perfectas sobre mis hombros, y las pequeñas pecas que salpican mi nariz —esas que mi hermano Dominic dice que me hacen ver "vulnerable", lo cual odio— hoy parecen el accesorio perfecto para mi vestido de seda ajustado.Soy Mia Blackwood. En esta ciudad, mi apellido abre puertas, cierra bocas y compra voluntades. Ser la menor de tres hermanos hombres, especialmente cuando tus hermanos son Spencer y Dominic Blackwood, significa que nunca he escuchado la palabra "no". O al menos, nadie fuera de mi familia se atreve a pronunciarla.—Mia, el coche está esperando —dice Sophie, mi mejor amiga, asomándose por la puerta con una sonrisa cómplice—. Dicen que la fiesta en
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