RaquelSu nombre me retumbaba en los oídos.Joder.Él era la razón de que esta fiesta existiera. El dueño de la casa, el hombre del que todos murmuraban, ese al que más de uno sería capaz de matar con tal de verlo de cerca.—Vaya… eh, creo que debería irme.—¿Y eso?Yo no tenía que estar aquí. La presencia de mis padres y del hombre de antes dejaban eso dolorosamente claro. Y ahora… ahora estaba a medio metro de alguien que jugaba en otra liga, con quien ni siquiera debería estar hablando.—Yo… tengo una amiga que probablemente ya va borracha perdida. Debería llevarla a casa.—Después de todo lo que hemos compartido esta noche, ¿piensas irte así como así?Su voz me envolvió, baja y cálida, como si no tuviera nada mejor que hacer que quedarse ahí conmigo.Miré hacia la salida: la vía fácil.Y supe, en el acto, que no la iba a tomar.Mierda. Había estado tan cerca de hacer lo correcto, por una vez.—¿Todo lo que hemos compartido? Un par de copas, nada más. ¿De verdad crees que por estar
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