Raquel
—¿Casados? —Lo miré, atónita.
¿Qué tipo de Don loco se casaría con alguien después de una aventura de una sola noche?
—Sí, cariño. Casados —dijo; su voz era seda sobre acero mientras me hacía cruzar la cocina.
—¿Por qué? —escupí.
Sostuvo la puerta trasera abierta; con el sol a su espalda quedaba en penumbra.
—Escucha, Raquel —dijo, bajo y letal—. Estoy intentando mantenerte viva. Pero si te mueres de ganas de que te maten, no voy a impedirlo.
Me quedé helada. Tenía razón: si no hubiera estado allí, la sangre en el suelo habría sido la mía, no la del asesino.
—Necesito mis cosas, mi cepillo de dientes… —solté, sin pensar.
—Víctor recogerá todo lo que tengas dentro y lo llevará a mi casa.
Sentí que las paredes se cerraban y que mi libertad se deshacía como humo.
—No quiero eso —dije entre dientes—. Voy a mi piso.
—No. No vas.
—¿Así que me estás secuestrando? ¿Me vas a obligar a casarme contigo? —lo desafié.
Guardó el móvil en el bolsillo y se volvió hacia mí con pasos lentos, med