El salón de conferencias estaba abarrotado de ejecutivos, periodistas y cámaras de televisión. La luz de los focos iluminaba cada detalle, haciendo que cada gesto pareciera más grande, más importante. Valeria estaba de pie junto a Adrian, consciente de que aquel no era un encuentro común: el enemigo había decidido jugar su última carta, y las consecuencias podrían ser devastadoras.—Señoras y señores —comenzó Adrian, con su voz firme y calculada—. Hoy desenmascararemos verdades que han permanecido ocultas demasiado tiempo.El enemigo, sentado al fondo del escenario con su sonrisa arrogante, intentaba proyectar calma. Pero la tensión en el aire era palpable. Cada palabra de Adrian era medida, cada gesto controlado, porque esta vez la batalla no era física; era corporativa, pública y brutal.Valeria observaba cómo Adrian desplegaba evidencia, documentos y pruebas que demostraban manipulaciones financieras, acuerdos ilegales y traiciones que habían sido escondidas durante años. Cada diap
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