El comentario cayó como una piedra en el agua.Tomas frunció el ceño, inseguro. Él había planeado darle lo mejor: educación de élite, recursos, tutores si era necesario. La Clase Uno representaba prestigio, disciplina, éxito. En cambio, la Clase Diez era famosa por lo contrario: vagos, alborotadores, hijos de familias ricas sin control alguno.En ese momento, Ana apareció bajando las escaleras con su uniforme perfectamente planchado, el cabello recogido en una coleta impecable. Sus labios esbozaban la sonrisa de siempre, pero sus ojos tenían un brillo afilado.—Bella, ven conmigo. Nuestra clase es la mejor, llena de estudiantes ejemplares. Recién has regresado, y ese ambiente sería mucho más adecuado para ti.Tomas asintió, convencido. Pero antes de decidir, miró a Isabella en busca de su opinión final.Ella alzó el rostro, sus pestañas parpadearon suavemente y con voz tranquila explicó:—Papá, creo que es mejor empezar desde lo peor. De lo contrario, temo no poder seguir el ritmo.El
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