Isabella FernandesCorrí. O pensaba que corría. Los pasillos eran largos, infinitos. A cada paso, los cuadros en las paredes de la mansión parecían observarme. Incluso huyendo, sabía quién era la presencia que me seguía.Lorenzo. Estaba detrás de mí, firme, con la respiración pesada y la camisa abierta en el pecho. Su mirada era una tormenta, intensa, furiosa, hambrienta. Y cuando finalmente me alcanzó, me sujetó contra la fría pared del pasillo, sus enormes manos sostuvieron mi cintura con firmeza haciéndome jadear. Sus ojos quemaban los míos. Su rostro se acercó lentamente, como si pidiera permiso... o como si supiera que yo cedería.Me rendí. Nuestros labios se encontraron como chispa y pólvora. Mis dedos agarraron sus cabellos rubios, y el beso fue urgente, lleno de todo lo que habíamos evitado durante meses. Su lengua bailaba con la mía en una mezcla de deseo, ira y necesidad. Me levantó, y mis piernas se aferraron a su cintura. Sentí. Sentía todo de él entre mis muslos. El
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