CHRISSalgo del despacho, cerrando la puerta con una fuerza apenas controlada. La frialdad del corredor no hace nada por mitigar el calor que me sube por el cuello. Mi polla está erguida, dura y pulsante, una consecuencia física no deseada del duelo que acabo de tener con la Señorita Stone. Odio este instinto, odio mi falta de control, y en este instante, odio a mi tío Roth con una intensidad hirviente por haber dinamitado el momento.No era solo sexo; era un juego de poder que estaba a punto de volverse íntimo, una brecha en la armadura que tanto me cuesta mantener. Y él lo ha arruinado.— Vamos, Christopher, ¡muévete! —me apremia Roth.Acelero el paso a su lado, mi cuerpo tenso, tragando saliva para obligarme a contener la rabia y la excitación frustrada.— ¿Qué pasa, Tío? —Mi voz sale áspera, casi un gruñido.Roth me conduce a una sala de conferencias pequeña, adyacente al lobby ejecutivo. Una sala de seguridad, con las ventanas cubiertas. Cierra la puerta tras nosotros y se acerca
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