AURA.
El despertador marca las 7:00 a.m. Me levanto de la cama con una sensación de incomodidad que no tiene nada que ver con el colchón. La noche ha sido corta y llena de imágenes que no quiero revivir: la frialdad de los ojos de Christopher Jones, el aliento caliente en mi oreja, y sobre todo, la vergonzosa e incontrolable respuesta de mi propio cuerpo.
Inapropiado. La palabra resuena en mi cabeza con cada latido. Tengo a Lyam, a quien amo profundamente. Él es mi hogar, mi ancla. Y sin embargo, en ese despacho, a centímetros de Jones, no pensaba en Lyam. Pensaba en la urgencia, en el peligro, y en una tensión que era tan adictiva como aterradora. Siento una punzada de culpa que es casi tan fuerte como el recuerdo de mis bragas empapadas en ese despacho.
Me dirijo al baño. Necesito borrar la huella de esa entrevista de mi piel, de mi mente. Abro la ducha al máximo, dejando que el agua caiga con una fuerza casi violenta sobre mi cabeza. Cierro los ojos, visualizando cómo el agua se ll