Narrador omnisciente La tarde avanzaba lenta, bañada por la luz dorada que entraba por las ventanas del living. Lisa había decidido que ese día necesitaban calma, algo simple que los mantuviera juntos sin demasiadas preguntas ni tensiones. Por eso eligió una película familiar y preparó pochoclos en un bol enorme.Mara estaba recostada contra el brazo del sillón, con las piernas dobladas como si quisiera hacerse más pequeña. Mateo, en cambio, parecía inquieto desde que llegaron del colegio; daba la impresión de estar mirando la pantalla sin verla. La abuela ocupaba su sillón habitual, una manta sobre las rodillas, murmurando cada tanto algún comentario sobre la película.Lisa intentaba concentrarse. Intentaba reír en los momentos adecuados, mostrarse relajada. Pero entre los últimos días, la pelea del colegio, la mirada esquiva de ambos niños y su propio cansancio, la paz parecía un concepto lejano. Aun así, por un rato, ese living cálido le estaba permitiendo sostener la ilusión de n
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