Narrador omnisciente Lisa despertó en una habitación que no era la suya. Durante un par de segundos se quedó mirando el techo blanco, tratando de ubicarse. Todo a su alrededor era demasiado grande, demasiado elegante. Cortinas gruesas que apenas dejaban pasar la luz, muebles oscuros, el brillo de los detalles dorados, el olor a madera recién encerada mezclado con un perfume tenue, masculino. Entonces lo recordó: Tyler le había ofrecido quedarse allí. Y ella no encontró fuerzas para decirle que no. Que prefería irse a casa, aunque allá solo la esperaran los gritos de su madre recordándole, una y otra vez, que era culpable.Se sentó despacio al borde de la cama, sintiendo cómo el colchón cedía bajo su peso. La cabeza le pesaba como si no hubiera dormido en días, y el pecho le ardía con esa presión constante que no terminaba de irse. El recuerdo de su padre regresó como un golpe seco, directo, brutal. No había sido un mal sueño. Todo era real. La imagen de su cuerpo, las llamadas, la vo

Narrador omnisciente El rugido volvió a sacudir la casa. Esta vez más cerca, más intenso, tan profundo que las ventanas vibraron. Lisa se llevó las manos a los oídos, intentando ahogar el sonido que parecía nacer desde las entrañas de la tierra.El silencio posterior fue todavía peor.Por un instante, no se escuchó nada. Ni voces, ni pasos, ni el eco lejano del viento. Solo el latido desesperado de su propio corazón.Dio un paso hacia la puerta. Dudó.Su respiración era corta, entrecortada, como si el aire se le negara. Apretó la manija, pero la soltó enseguida. Cristian le había dicho que no abriera por nada del mundo.Pero el mundo, en ese momento, sonaba como si se estuviera derrumbando allá afuera.El suelo tembló. Algo pesado cayó en la planta baja, seguido de un golpe seco contra la pared. Lisa dio un respingo. Se llevó una mano al pecho, sintiendo el pulso desbocado bajo la piel.—Cristian… —susurró, apenas audible, como si pronunciar su nombre bastara para hacerlo aparecer.P

LisaHace rato que Cristian se fue.No sé cuánto exactamente, pero el silencio de esta casa se siente distinto cuando él no está. Más denso. Más largo. Como si incluso las paredes contuvieran la respiración esperando que regrese.No me dijo a dónde iba. Solo me miró, en silencio, y salió. No hubo palabras, ni advertencias, ni esa mirada que suele lanzarme antes de desaparecer por un rato. Simplemente se fue.Y aunque debería sentir alivio, solo siento un vacío incómodo en el pecho, como si algo invisible me sujetara desde adentro.Intenté no pensar, pero es inútil. Cada rincón de este lugar me recuerda que no soy libre.La puerta principal sigue cerrada con doble cerrojo. Las ventanas están bloqueadas con tablones que parecen más decorativos que funcionales, pero cuando intenté mover uno, descubrí que no se quitan. Ni con toda mi fuerza.No puedo seguir aquí. No puedo.Cristian dice que afuera hay peligro, pero ¿qué clase de peligro puede ser peor que sentir que ya no me pertenezco?R

Narrador omnisciente El silencio después del caos parecía irreal. Afuera, el bosque todavía olía a tierra húmeda y a humo, pero dentro de la cabaña solo quedaba el eco del viento colándose por las grietas. Lisa llevaba horas sin moverse de la ventana, observando la neblina espesa que cubría los árboles. No sabía exactamente qué había pasado, solo que todo se había calmado de golpe, como si la tormenta se hubiera cansado de rugir.Cuando la puerta se abrió, el corazón se le detuvo por un segundo. Cristian entró con paso firme, el cabello revuelto, la camiseta rasgada en un hombro y una sombra oscura bajo los ojos. Aun así, su presencia llenó el lugar como siempre: fuerte, inquebrantable.—¿Estás bien? —preguntó él, acercándose despacio.Lisa asintió, aunque no estaba del todo segura de que fuera verdad.—¿Qué fue todo eso? —susurró.Cristian se apoyó contra el marco de la puerta y exhaló despacio, como si llevara horas conteniendo la respiración.—Logramos disiparlos. Al menos por aho

LisaEl silencio se volvió insoportable después de que Cristian se marchó.Intenté distraerme, pero cada rincón de esa habitación me recordaba que seguía encerrada, prisionera en un lugar que, aunque ahora me protegía, también me asfixiaba.No sabía cuánto tiempo había pasado desde que se fue. Tal vez una hora, tal vez tres. La luz del día entraba oblicua por la ventana, tiñendo el suelo de un tono dorado pálido. Afuera se escuchaban pasos, voces lejanas, y a veces el sonido de alguien dejando comida frente a la puerta.No la abrí.No tenía hambre.Solo quería salir.Me acerqué a la ventana y apoyé la frente contra el vidrio. Desde ahí se alcanzaba a ver parte del bosque, un paisaje que parecía burlarse de mi encierro. Tan cerca… y tan imposible de alcanzar.Cuando escuché el clic de la cerradura, mi cuerpo se tensó.La puerta se abrió despacio, y el primero en aparecer fue Cristian.Vestía de negro, el cabello algo despeinado, la mirada más seria que antes. Había algo en él, un cansa