Beatriz detuvo su marcha, el corazón latiéndole dolorosamente contra las costillas. Llevaba días sintiendo el vacío en la suite principal, la presencia distante de Nicolás, su esposo. Para ella, el matrimonio era la máxima victoria: amor y poder unidos. Pero la frialdad de él, su obsesión con el "imperio" y su constante lejanía, la estaban volviendo loca.La rabia se encendió en su pecho, no como un fuego lento, sino como una explosión cegadora, cuando al pasar frente al despacho, vio a Valentina salir.El impacto fue físico. La esclava, con el cabello ligeramente revuelto y los labios visiblemente hinchados, era la prueba viva de su fracaso. Nicolás no solo la ignoraba en su lecho, sino que recompensaba con intimidad a la intrusa que había espiado sus secretos.Esto no era solo una ofensa a su estatus; era una traición al único hombre que amaba.Beatriz no sintió un celo común; sintió la furia de una reina traicionada por un peón, y el dolor de una mujer que ama obsesivamente a un fan
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