Riven permaneció inmóvil unos segundos, atrapado en un limbo extraño, como si su mente hubiera quedado suspendida entre la rabia, el desconcierto y un dolor tan profundo que ni siquiera su lobo sabía cómo aullarlo. La revelación sobre Mahina, la traición de Tena, la desaparición de Dyamon… todo giraba en espiral, golpeando su pecho una y otra vez.Hasta que, de pronto, apretó los puños. Los nudillos crujieron como si fueran a quebrarse.—Lleven a Mahina a su alcoba. —Su voz resonó con una firmeza fría, casi peligrosa—. Y denle leche con miel. Mucha. Que no llore más esta noche.Las criadas se inclinaron con reverencia y se llevaron a la niña en silencio, temerosas de la furia que emanaba de él.Riven volvió la mirada hacia Armyn, quien estaba de pie a unos pasos, pálida, temblorosa, con los ojos aún rojos por el impacto del enlace mental. Él caminó hacia ella con pasos lentos, pero decisivos, y tomó su mano. Su tacto era cálido, feroz… desesperado.—Esta noche saldré a buscar a nuestro
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