Capítulo 99. Una mujer venenosa.
Greta apareció en la puerta. Impecable. Llevaba un vestido de diseñador, color marfil, que no solo marcaba cada curva, sino que las esculpía con la precisión de una declaración de guerra. El tejido, sedoso y caro, caía como una segunda piel hasta justo por encima de la rodilla. Su cabello rubio platino estaba recogido en un moño tirante que no permitía un solo cabello fuera de lugar, un halo de perfección gélida. El maquillaje, impecable y estratosféricamente costoso, era una máscara que borraba cualquier rastro de humanidad, de cansancio, de duda. En sus manos, una tablet con funda de cuero y un teléfono último modelo funcionaban como extensiones de su persona, los cetros de su autoridad autoproclamada. Proyectaba, como siempre, esa imagen de eficiencia pulcra e indispensable que usaba como armadura y como arma. Pero se detuvo en seco al ver la escena, y el fino mecanismo de su compostura hizo un ruido casi audible. Sus ojos azules, del tono del hielo en un día despejado, ba
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