Capítulo 100. La semilla de la duda.

Greta se soltó de un tirón cuando él la llevó al umbral. Alisó las arrugas invisibles de su vestido con movimientos bruscos, intentando recuperar el control, la altivez.

Pero sus mejillas estaban teñidas de un rojo furioso, y sus ojos, aquellos ojos de hielo, brillaban ahora con lágrimas de humillación y un odio intenso.

—Solo intento ayudarte, Ares —dijo, y su voz temblaba, pero no de miedo, sino de rabia contenida—. Te ciega la… la compasión. Esa mujer es un desastre. Siempre lo ha sido. Es una debilidad para ti, y ahora también será una carga. Una carga amnésica. Tú mereces algo mejor. Alguien que esté a tu altura, que entienda este mundo, que no se desmorone en el suelo sucia de barro. —Respiró hondo, inflando el pecho.

—No necesito tus consejos. Lo mejor será que te vayas y pases por recursos humanos buscando tu liquidación. ¡Estás despedida!

Ante sus palabras, ella sonrió y soltó su as bajo la manga.

—Lo lamento, Ares, pero no puedes echarme así como así. No esta vez Tu primo
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