Julian Reed se reclinó en el sillón de cuero italiano, el olor a tabaco de cedro y a la laca de su nuevo escritorio de nogal inundando la oficina. El sillón era nuevo, el escritorio era nuevo, la placa dorada en la puerta con el nombre J. R. Reed, Chairman & CEO era nueva, pero la vista de Miami, cortada por el cristal panorámico de la Blackwood Tower, era exactamente la misma. La misma que había obsesionado a Alexander Blackwood. Ahora era suya.Aequitas Ventures. El nombre, que en latín significaba "equidad" o "justicia", era el colmo de la hipocresía. Era el nuevo estandarte construido sobre los cimientos y el esqueleto financiero de Blackwood Sterling, el imperio que Julian había desmantelado y reconstruido a su imagen y semejanza.—La propuesta es patética, Miller —dijo Julian, su voz resonando con una autoridad que no era innata, sino adquirida a golpe de traición y victoria mediática.Frente a él, Miller, un socio director que había trabajado con Alexander durante quince años,
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