El silencio en la oficina del hangar era tan denso que se podía sentir en la piel. Camila Ríos, la mujer que durante años había cargado con el peso de los demás sobre sus hombros, estaba ahora frente al hombre que pretendía desmantelar la vida de su marido. Julian Reed mantenía una sonrisa gélida, la arrogancia de quien se cree dueño del tablero. Pero cuando Camila habló, esa sonrisa comenzó a vacilar.—Acepto —dijo ella, con una calma que heló la sangre de los presentes—. Pero no bajo tus términos, Julian. Bajo los míos.Alexander, que se encontraba un paso detrás de ella, sintió un vuelco en el estómago. Intentó hablar, pero las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta. La decisión de Camila era un sacrificio que él nunca le habría pedido, un acto de entrega que desafiaba toda lógica empresarial.Julian entornó los ojos, recuperando su postura. —¿Tus términos? Escucho, Camila. Aunque el tiempo de Elisa se agota.—Primero —sentenció Camila, señalando los documentos sobre la m
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