Los dos cruzaron los portones de Montaña de Oro y siguieron cabalgando hacia el bosque. El silencio entre ellos era espeso, casi sofocante, como si cada paso de los caballos marcara la distancia entre el dolor y el deseo de respuestas. El viento soplaba fuerte, azotando el cabello de Alade, que intentaba controlar los propios pensamientos… y la mirada insistente que Aaron le lanzaba de vez en cuando.Tras largos minutos, llegaron al destino. Aaron desmontó primero, el movimiento ágil y controlado como siempre. Se acercó al caballo de Alade, extendiendo las manos para ayudarla. Por un segundo, ella dudó, pero no había cómo negar el calor extraño que sentía cuando los ojos de él la tocaban. Aceptó el toque y, en cuestión de segundos, estaba entre los brazos de él, siendo puesta en el suelo con una delicadeza inesperada.La joven carraspeó, intentando recomponerse, alejándose rápido de aquel cuerpo firme y del olor amaderado y salvaje que la dejaba más aturdida que el propio luto."¿Para
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