Aaron se levantó de un salto, los músculos tensos, los ojos brillando en alerta. Alade imitó el gesto, el corazón retumbando tan fuerte que podía sentir la sangre pulsando en sus oídos. El suelo del templo, donde el lupino mensajero había caído, ahora era un altar silencioso para la muerte.
Liam permanecía inmóvil junto a Collin. Su rostro parecía una estatua de piedra esculpida por el propio desespero. Algo dentro de él se rompía en silencio, y eso dolía más que cualquier grito.
"¡Pido que mantengan la calma!" La voz de Collin cortó el aire denso, reverberando como acero contra roca. "Nosotros nos encargaremos. El alfa no permitirá que Montaña de Oro caiga. Fue solo una invasión. Y nosotros… los aplastaremos."
Pero la confianza que intentaba imprimir en su voz no alcanzaba a todos. Las miradas, abiertas de miedo, temblaban como hojas en vendaval. El temor de que la historia se repitiera estaba allí, latente, palpitante.
Liam entonces dio un paso al frente. Su mirada recorrió los rost