Kelly fue recogida en la esquina de su apartamento, justo a la hora pactada, por un coche negro de lujo. Como no tenía idea de los modelos más allá del suyo, la descripción se limitaba a lo que veía: un automóvil de alta gama, último modelo, negro, con vidrios polarizados que brillaban bajo la luz tenue de la tarde.Se subió llevando consigo los vestidos, cuidadosamente guardados en sus empaques, y su bolso, donde guardaba lo indispensable que siempre la acompañaba en este tipo de ocasiones: una muda de ropa, maquillaje, documentación, llaves, algo de dinero, medicamentos para el dolor de cabeza, un ungüento para la garganta y ese tipo de cosas que uno nunca sabe cuándo puede necesitar. Miró con atención el interior del vehículo: impecable, silencioso, con confortables asientos forrados en piel sintética beige que desprendían un aroma sutil a nuevo.El chófer, tras una leve inclinación de cabeza, cerró la ventanilla que los separaba, otorgándole privacidad. Ella se acomodó en el asien
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