Marco abrió los ojos de nuevo, su mirada ya no era de odio puro, sino de un profundo conflicto. Levantó la vista hacia Dario, el hombre que le había robado a Luciana, a su eterno amor, le había robado su confianza, y lo había golpeado en más de una forma, y que ahora le ofrecía una puerta para salvarse de Greco.¡Era tan absurdo!En ese momento, mientras Marco se debatía en su interior, Luciana volvió a ver ese atisbo de parecido entre los dos hombres, aunque no quisieran advertirlo, serán igual de testarudos.Dario no podía permitirse la distracción. La prioridad era la seguridad. Sacó una pequeña radio y la activó.— Leo, ¿algún movimiento en la superficie? — Habían pasado horas desde que se escodieron bajo tierra.A kilómetros de distancia, en una oficina privada dentro del Palacio de Gobierno, el Subsecretario de Seguridad Nacional, Stefano Greco, estaba en pie frente a su inmenso ventanal con vistas al Tíber. A sus espaldas, Verónica Moretti temblaba de terror.El reporte era cla
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