El sol de la mañana acariciaba las hojas de las vides en la Hacienda Renacer, antes conocida como Montenegro. Elías, con las mangas de la camisa remangadas y la frente perlada de sudor, supervisaba la poda de una línea de cepas jóvenes. Su mirada, antes cargada de la sombra de la venganza, ahora brillaba con la quieta satisfacción del creador. A su lado, Valeria, con un cuaderno de catas en la mano, probaba una muestra de la nueva cosecha. Su paladar, heredado de generaciones de Brévenor, discernía cada matiz con precisión quirúrgica. —La acidez está perfecta —comentó ella, anotando una observación—. Pero en el retrogusto… hay una nota terrosa, persistente. Es la cepa de tu padre, sin duda. Le da carácter. Elías sonrió, orgulloso. Esa uva, rescatada de vides antiguas que solo "El Tano" y él conocían, era el alma de su proyecto más personal. —Será la base de«Javier» —dijo—. Quiero que sea un vino que no se olvide. Como él. Valeria asintió, comprendiendo el peso de esas palabras. M
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