Kerim giró la cabeza lentamente hacia ella. Frunció el ceño, sus ojos oscureciéndose con una advertencia clara: No te atrevas. No era el momento, y Zeynep lo sabía. Ella estaba usando eso para insinuar que no estaría disponible las 24 horas, que tenía planes de irse o de trabajar, rompiendo la imagen de madre abnegada que Kerim vendía.—¿Una niñera? —repitió Kerim con frialdad, su voz bajando de temperatura—. ¿Para qué, Zeynep?—Para Evan —respondió ella, sosteniéndole la mirada—. Si nos quedamos, necesitaré ayuda. Tengo cosas que hacer.—Para eso estás tú, querida —cortó Kerim con una sonrisa tensa que no llegaba a sus ojos—. Tú eres su madre. Tú eres quien debe cuidarlo. No quiero extraños criando a mi hijo cuando su madre está presente. ¿Verdad, amor?La última palabra, "amor", sonó más a amenaza que a cariño. Trataba de suavizar la cosa frente a sus padres, pero Zeynep notó el acero en su tono.Baruk, observando el intercambio tenso, decidió intervenir. Él era un hombre de negocio
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