*************************************************************—¡Por favor… Edmund, detente!Mi grito no detuvo el golpe.Su pie se estrelló contra mi estómago, haciéndome rodar hacia un lado. Mis manos instintivamente intentaron proteger mi cuerpo, pero era inútil. Ya estaba demasiado débil.—¿Crees que puedes hablarme así? —rugió, con la voz llena de odio—. ¿A mí?!Otra patada, esta vez en la espalda. Sentí que algo crujía y pensé que quizá era una costilla.Intenté levantar la cabeza, y entonces lo vi.Al fondo de la habitación, mi bebé lloraba. Theo, mi pequeño, con los ojos desbordados de lágrimas, sus puñitos golpeando el colchón como si supiera lo que me estaban haciendo.—¡No mires al bebé, maldita sea! —espetó Edmund, arrastrándome por el tobillo.—Por favor… no delante de él… —mi voz se quebró, apenas un hilo.—Esto es lo que pasa cuando hablas de divorcio. Cuando intentas quitarme lo que es mío. ¡Y ese maldito bebé también es mío! ¡MÍO!Sus puños eran martillos. Y mi hijo… m
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