Caleb se levantó pocos minutos después, aunque el peso del sufrimiento le pesaba más que la vida misma… Se incorporó para dirigirse con el dinero apretado entre las manos temblorosas, salió del edificio sin mirar atrás.La madrugada se deslizaba por las calles desiertas como una sombra húmeda, y cada paso que daba era un golpe seco en el pavimento, una cuenta regresiva hacia el destino que lo aplastaba.Al llegar a la clínica, el olor lo envolvió, junto al murmullo de enfermeras y el zumbido constante de los monitores. Se acercó al mostrador con el rostro desencajado, aún manchado de lágrimas y polvo. —Vengo a pagar —dijo con la voz ronca, dejando caer los fajos de billetes sobre el mostrador.La recepcionista lo miró sorprendida, luego asintió con un leve gesto, contando el dinero con una frialdad casi robótica. —Esto cubrirá la hospitalización y el tratamiento inicial. El resto… dependerá de cómo evolucione. —resaltó la enfermera a cargo.Caleb asintió. No tenía fuerzas para respond
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