El Destino Cobrando Favores

Los más de cien hombres, entre escoltas, repartidores y encargados de bodegas se alborotaron al escuchar el segundo disparo que no provino del arma que había ejecutado al ruso. Caleb fue el punto de atención en ese instante de caos.

La lluvia comenzó a rociar la tierra, como queriendo borrar rastros de lo que ahí estaba aconteciendo, llovió de pronto como diluvio, pero nadie ¡Nadie! Se movió y con las armas cargadas listas para disparar al que en ese instante había accionado su arma para acertarle un disparo a la cien de David… ¡David Salvanegra!

—¡Caleb! ¿Por qué Caleb? —replicó Milán—. Has firmado nuestra sentencia de muerte, no habrá poder humano que nos salve de esta desgracia. —puntualizó Milán con la mirada desencajada y su cuerpo temblando tras observar cientos de armas apuntando directamente hacia ellos.

Caleb soltó el arma aun humeando tras el disparo, no fue a Caleb a quien le acertaron el disparo. ¡Fue el quien acertó el disparo que estaba a punto de decidir su futuro! Un f
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