Punto de Vista de DarioEl rugido de los helicópteros se intensificaba fuera de la mansión, como un pulso acelerado que coincidía con el mío. Catalina yacía bajo mí, su cuerpo aun temblando por los ecos del orgasmo, su piel sudorosa pegada a la mía. Mi polla, aún semidura dentro de ella, se negaba a abandonarla, como si supiera que este momento de paz era efímero. La habitación olía a sexo junto con el olor de sangre y antiséptico —una combinación que definía mi vida entera. La herida en su brazo, ahora vendada con torpeza por mis propias manos, era un recordatorio rojo y furioso de lo cerca que habíamos estado del desastre.—Dario… —susurró ella, su voz ronca, entrecortada. Sus dedos trazaban patrones perezosos en mi espalda, donde sus uñas habían dejado surcos que ardían como trofeos. Pero en sus ojos, vidriosos por el placer residual, había algo más: duda, miedo, esa maldita vulnerabilidad que me hacía querer destruir el mundo para protegerla.—No hables —gruñí, besando su frente h
Leer más