La noche avanzó entre silencios tensos. Cassian se acomodó en un extremo de la cama, apoyado contra el cabecero, los brazos cruzados. Katherine permaneció en el otro extremo. La distancia era corta, pero se sentía como un abismo lleno de electricidad.En la penumbra, ella pudo verlo de reojo. La línea dura de su mandíbula, las cicatrices en su torso, el brillo de sus ojos clavados en el fuego. Era un macho peligroso, un depredador en calma. Y ella había hecho un trato con él.Katherine permaneció inmóvil, el cuerpo tenso, la mente atrapada entre la razón y el deseo. Cada roce accidental, cada susurro suyo, había encendido algo que no podía apagar. Se obligó a mirar hacia otro lado, a concentrarse en cualquier cosa que no fuera Cassian, pero la luz que se filtraba entre las cortinas solo parecía dibujar su silueta más peligrosa y perfecta, más imposible de ignorar.Su corazón golpeaba con fuerza, pero no por miedo a Cassian. Era miedo a sí misma, miedo a lo que su propio cuerpo estaba
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