Katherine había seguido a Cassian y ahora estaban solos.
Ella lo miró con los labios apretados. No podía dejar que la voz le temblara, no después de lo que acababa de presenciar.
—No necesitabas humillarla así —dijo al fin con un hilo de control.
Cassian levantó apenas una ceja.
—Claro que sí —Su voz tenía la precisión de un golpe limpio—. Si un lobo te ve débil, se aprovecha de esa debilidad y luego te devuelve el ataque con un ímpetu peor. Si ve que yo tolero que te hagan daño, entenderán que no significas nada para mí, lo que no ayuda en nuestro plan de venganza y además, es poco romántico, Bambi.
El evidentemente se estaba burlando de ella, podía ver los ojos brillando de diversión, aunque no sonreía.
El apodo la atravesó.
No era dulce, como siempre, una provocación.
A Cassian le gustaba provocarla.
Katherine tragó saliva y giró la cabeza, como si pudiera escapar del sonido de su voz. Pero la palabra se le quedó adherida a la piel como fuego líquido.
—No me llames así —bufó mole