Lucía había pasado dos noches sin dormir bien. Cada vez que cerraba los ojos, veía el sobre marcado, la espiral de Centurión, la mancha azul en forma de “R”. Todo apuntaba a un nombre: Roldán.El jefe de operaciones de la agencia siempre le había parecido frío, hermético, una sombra al servicio de Cyrus. Nunca sonreía, nunca levantaba la voz, pero su sola presencia imponía un respeto que rozaba el miedo. Era el tipo de hombre que podía desaparecer de una habitación y aun así dejar la sensación de estar observando desde algún rincón.Blair sabía que era arriesgado, pero no podía seguir cargando con la duda. Necesitaba enfrentarlo de una vez por todas.El momento llegó durante una visita inesperada. Cyrus debía reunirse con inversionistas en un club privado, y le pidió que lo acompañara. Mientras él se enfrascaba en conversaciones densas, Blair se movió entre pasillos decorados con mármoles y cuadros caros, buscando un respiro. Fue allí, en una sala lateral más discreta, donde lo vio.R
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